La Rioja y Catamarca - Abril 2014

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Laguna Verde - Chile

Vuelta por Catamarca, por la zona de los seisimiles, cruzando el paso San Francisco y llegando a la laguna Verde en Chile, más otros varios lugares que valen la pena.

 

Primer día:

Saliendo de Villa Cura Brochero, Córdoba, Otra vez 2.400 km., esta vez en siete días, acompañado por Claudio.

Bajamos por el camino de Los Túneles, a los llanos de La Rioja, cruzando la reserva natural Chancaní, donde la "ruta provincial 28/20" nos esperaba con algo parecido al cauce de un rio que se ve en las primeras fotos. Por suerte, las autoridades previeron, (no hace falta señalar que es con sarcasmo, no?), una huella lateral que medianamente se puede pasar con una 4x4. Eso sí, sin distraerse porque los pozos pueden ser fatales.

Una vez tomado el asfalto hacia Chamical, en el pueblo de Ambil hay una iglesia famosa por su estado ruinoso, que se debe a varios terremotos, una dinamitada y una filtración de agua corriente, según cuentan en este sitio.

Más adelante, en Olta, o más precisamente en Loma Blanca, fuimos a conocer las canteras de lajas coloradas, donde el trabajo de extracción sigue siendo totalmente manual, para reflexionar sobre cuanto de lo que disponemos, a veces sin pensar, se sigue basando en el trabajo y sudor, y heladas, literales, de tanta gente. Porque imaginarse esos pozos, tanto en invierno, como en verano, daba miedo.

Llegando a Chilecito, hicimos un rápido recorrido de la Villa Samay Huasi de Joaquin V. Gonzalez.

Y terminamos el día en la hostería municipal de Famatina.

 

 

Segundo día:

La meta del día era llegar a la mina La Mejicana, o, más precisamente a la estación nro. 9 de su famoso cablecarril. Escenario de recientes luchas de la gente para evitar su explotación minera por parte de la Barrick Gold, por ahora el round es a favor de la gente.

En el camino, "los pesebres", "el cañon del ocre", y otros lugares que no llegamos a visitar, dan para volver otra vez.

Debo decir acá que a pesar de la multitud de carteles que dicen "el agua vale más que el oro", no he visto en otros lugares del pais tanta desidia y descuido con los rios como en la Rioja, donde, en todos los pueblos, se tira la basura al costado de los rios. O sin ir más lejos, en Chilecito, se destina a una quema al aire libre, donde el viento se lleva todas las bolsitas de nylon hacia el valle, y el humo pestilente recibe al turista que viene desde el norte por la Ruta 40.

Sobre este tramo se pueden escribir capítulos completos, por su belleza y por su historia. 

 Llegamos al anochecer a Fiambalá y conseguimos alojamiento en una cabaña que parecía ser la última disponible en todo el pueblo.

 

 

Tercer día:

Saliendo de Fiambalá hacia el paso San Francisco nos esperan 200 km de asfalto en perfecto estado, por una zona totalmente deshabitada, salvo por la presencia de unas pocas casas a la salida de Fiambalá, la hosteria Cortaderas a mitad de camino, y el puesto de migraciones/aduana 20 km antes del paso.

Los paisajes se hacen cada vez más espectaculares, aparecen vicuñas y burros salvajes en cantidad, y asoman los picos siempre nevados de los "seismiles". El Incahuasi, el San Francisco y el Ojos del Salado, el volcán más alto del mundo, que solo se ve apenas, tapado todo el tiempo por sus no menos imponentes compañeros.

Ver, sin falta, los imperdibles relatos de Eduardo Cinícola en Los volcanes más altos del mundo, y también en la segunda parte.

Estando como estaba Fiambalá con todas las plazas de albergue tomadas, suponía que íbamos a tener compañia en la ruta, pero no fué así, 200 km sin cruzar casi ningún auto... (Parece que la mayoría de la gente va a Fiambalá para remojarse en sus famosas termas, destino que esta vez se nos escapó, y al cual volveremos). Aunque Claudio diga que no le agrada el "caldo de humanos", mi resentida columna pide a gritos algún tipo de alivio.

Llegamos al puesto de Aduana y Migraciones, hicimos los trámites para pasar a Chile a ver la laguna Verde, unos 20 km más allá del paso y arriesgándonos a tener que ir a hacer los trámites de migración otros 100 km dentro de Chile por camino de ripio. A la aduana de Maricunga.

Era, aparentemente, "el deber" de la gente de migraciones advertirnos que nos podía pasar eso, si nos encontrábamos con carabineros simpáticos, en el destacamento a orillas de la laguna, pero por suerte, estaba desierto.

Todo desierto...

Salvo por Peter Hällberg. Si, adivinan, el loco lindo de la bicicleta, que llevaba tres meses pedaleando, bajando desde Perú, a Bolivia, y ahora pasando de Argentina a Chile. Con quien compartimos unos sandwiches. Y que calculaba unos tres días para llegar a Maricunga. Tiene un sitio donde relata sus aventuras, (en sueco!, aunque hay que decir que habla un muy buen castellano). Y tiene excelentes fotos.

A metros del destacamento hay unas termas rústicas, y una "zona de acampe" en la que debe ser maravilloso quedarse por la noche. Para otra vez...

Por lo menos me metí en uno de los huecos termales, mientras Claudio hacía como 20 cuadras de ida y otras tantas de vuelta por la orilla de la laguna, buscando las famosas vacas momificadas, que al final, resultaron estar a 100 metros, al lado del camino por el que habíamos bajado a la laguna, pero solo las vimos cuando un par de mineros chilenos nos indicaron donde.

 

 

 

 

 

 

Cuarto día:

Nuestros vecinos de cabaña, a los que nos cruzamos el día anterior en la ida al paso, nos comentan que iban a "colarse" con un guía de la zona, que llevaba gente en su camioneta al balcón del Pissis, que era otro de nuestros destinos programados. Así que nos prendimos nosotros tambien, y allá fuimos, la Toyota de Javier Sinchez, guía de Fiambalá, la Honda CRV de estos vecinos, y nosotros.

Fué una pegada, porque solos no hubiéramos podido hacer toda esa excursión, aunque teníamos el track en el GPS, en algún momento hubieramos arrugado. Ni hablar de llegar hasta los bordes de la laguna Verde, (la que está cerca del volcán Pissis, no la chilena).

El paisaje es indescriptible. Las fotos, como digo siempre, no hacen justicia.

A pesar de subir a 4.700 msnm, la gente en gral anduvo muy bien, y solo se apunó un poco una de las sras. de la Toyota, a la vuelta.

La única foto que saqué de todo el grupo salió horrible por un tema de foco,ya que aun no le tomé la mano a la cámara nueva! Grrrrr...

La Hondita CRV se pasó, (o debo decir su chofer), ya que no arrugó en ningún momento, y eso que había algunos pasajes peliagudos.

Tambien, por supuesto, anduvo, y más de una vez, Eduardo Cinícola por estos pagos, y además, lo relata (y hace los mapas). Es gracias a el que yo y mucha otra gente tiene pistas para ir a estos lugares maravillosos. Demás está decir que la promoción turística convencional no existe para este tipo de excursiones.

(Nota: justo antes de salir para este viaje me encontré con la guia de YPF-ACA, -que yo consideraba excelente-, y dije: ¿a ver que hay de Catamarca?. NADA, CERO. ¿Y de La Rioja? Solo Talampaya. Y eso que la guía está llena de lugares espectaculares. Lo que una vez más me hace reflexionar sobre las maravillas naturales de nuestro bendito país. Dejemos de lado el chiste de Dios llenándolo de argentinos...)

 

 

 

 

 

 

Quinto día:

La idea era llegar al pueblito de Las Papas, a unos 92 km al norte de Fiambalá.

El pueblo, revelado, otra vez, por la página de Eduardo, era un destino pendiente, desde que el año pasado arrugamos al llegar a la punta del campo de piedra pomez, y no nos animamos a cruzar el arenal que nos hubiera dado paso, por el norte, a Las Papas.

 La salida de Fiambalá se hizo complicada...

Que escala en lo de Rubén Reinoso, que pasas de uva, que Malbec, que nueces, que uvas, que la charla, que esa calidez y calidad de los catamarqueños que en alguna nota aparte volveré a destacar...

En estos casos nunca se si está bien dejarse la cámara de fotos en el auto o no.

¿Qué foto va a hacer justicia a las cuatro mujeres, ellas mismas parecían pasas, que seleccionaban las pasas de uva una a una ?.  (Despues de dos pasadas por máquinas despalilladoras y una lavadora). Y que fotos iban a hacer justicia a las máquinas, que parecian estar allí desde épocas inmemoriales?

O a la mesita donde rompian nueces con un martillito para sacar las "mariposas", con un trabajo chino ?

Y cruzando la calle, lo de las lajas, las piedras, las artesanías y los muebles, otra vez, la atrapante calidez, en este caso de una catamarqueña por adopción, porque era originalmente de Córdoba, Andrea Olivero, enamorada de los espacios libres y las piedras, dueña de una cantera de lajas única en el país.

No tienen aún sitio web, pero hay algunas notas: acá y acá.

Y otra vez, no saqué fotos, aunque alguna de las cosas que tenían en exhibición eran notables. Mesas y mesadas de laja negra, muebles, etc.

Logramos salir de Fiambalá, en la salida de Medanitos levantamos a Don Domingo Gonzalez, (aunque le dicen Guzmán, según el, vaya a saber por qué?). Tan contento estaba de haber tenido suerte porque recien salía a la ruta, que nos invitó a ir al puesto donde pasaba sus días, en Los Colorados, de Palo Blanco hacia el noroeste, como para aquel médano que se ve allá...

"Que agarramos un chivato y lo hacemos, no vayan a Las Papas que queda muy lejos, vengan al puesto..." Casi nos vamos...

Lo dejamos en la esquina de su casa en Palo Blanco y seguimos al norte.

Parada en la bodega Villa Mercedes en Palo Blanco, sobre la ruta, compra obligada de vino... Dame dos botellas, que otras dos, que completamos media docena, bah, que sea una docena.

Una encrucijada, y, como no llevaba el GPS prendido, bajo a preguntar en una casa, me indican para la izquierda, y le digo a la mujer "lindas uvas!", (las de la foto), y me dice "lleve, lleve nomás". ¿Ya dije que los catamarqueños son macanudos ?

Luego de abandonar la ruta provincial, que hacía muchos kilómetros era de ripio, entramos por un camino de arena, piedras y rio, en el último tramo de 42 km., el más pintoresco, hacia Las Papas.

No se si alguien tendrá la paciencia para contar cuantas veces se cruza el rio, o si tiene sentido contarlas, o como se cuenta cuando parte del camino coincide con el lecho del rio.

Lo que está claro es que es mejor ir cuando el rio está bajo, porque si llega a estar alto...

En el camino nos cruzamos con una cuadrilla de pobladores de Las Papas que estaba haciendo mantenimiento, lo que es una tarea constante. A la cabeza estaba Jaime, el (ahora Ex), delegado municipal, que parece que ha sido gran promotor del pueblo y que apuesta por el turismo y la educación.

Más adelante, y alertados por Jaime, paramos al director de la escuela, Daniel, que venía en moto, trayendo a la maestra de tecnología, porque era viernes y volvían, a Fiambalá supongo, despues de quedarse toda la semana en Las Papas. Recuerden que hay 42 km por el rio y 50 más hasta Fiambalá.

En el pueblo había quedado el maestro, Juan, oriundo de Tucumán, al que a la vuelta trajimos hasta Fiambalá, porque estaba con su moto rota, y esperando algún vehículo que lo acercara.

El tema educación en Las Papas dá para varios párrafos.

Por empezar parece que hay que irse tan lejos para encontrar algo que antes era común en todos lados: respeto y cariño por el maestro.... Lo que se notaba en la mirada de los chicos, callados, pero vivos.

Por otro lado la destacable vocación de todos estos docentes, con verdaderos sacrificios para ir, venir y aguantarse el clima y los días de aislamiento cuando llueve y no pueden transitar por el rio.

Si alguno de los lectores se decide a ir hasta Las Papas, recuerden que hay unos cuantos chicos que darían buen uso a útiles escolares y libros.

Doña Rosa, en su telar, con la cria de vicuña dándole vueltas, era una postál viviente, pero no preparada para el turismo, ya que turismo no había, salvo por nosotros dos y algún que otro grupo una vez por semana.

 

 

 

Sexto día:

Ya volviendo, pasamos por Tinogasta, Aimogasta, Anillaco de La Rioja (de lejos), La Rioja, Patquia, Chamical , Serrezuela, Villa de Soto, Panaholma y San Lorenzo.

Entre Fiambalá y Tinogasta, pasamos por las ruinas diaguitas de Watungasta, por el pueblo de El Puesto y el famoso oratorio de los Orquera.